Se trata de una donación en la que la persona que dona el inmueble, esto es, el donante, se reserva la posibilidad de disponer. Si el donante fallece sin haber hecho uso de este derecho, pertenecerá al donatario (quien recibe la donación) los bienes o cantidades que se hubiesen donado con reserva de disponer (enajenar, hipotecar o ceder a otra persona).
Un claro ejemplo sería cuando un padre dona una vivienda a su hijo, pero se reserva la facultad de disponer, de forma que si la necesita puede proceder a vender la vivienda que ha donado a su hijo.
La donación con reserva de la facultad de disponer transmite la propiedad de la cosa del donante al donatario; el donatario se convierte en verdadero dueño, sin perjuicio de que pueda dejar de serlo si el donante ejercita la facultad de disponer de la cosa donada.
Si el donante quiere que el bien vuelva a su patrimonio debe acudir a otra figura jurídica, la reversión prevista por el art 641 del Código Civil.
En la donación con reserva de la facultad dispositiva, el donatario puede disponer de los bienes, si bien los actos que realice podrán verse afectados en su eficacia en el caso de que el donante haga uso de su facultad reservada. Si el donatario transmite el inmueble a un tercero podrá el donante reclamar al tercero. Si no constaba en el Registro de la Propiedad la facultad de disponer del donante, solo podrá reclamar al hijo el valor que tenía el bien, porque el tercero quedará protegido por la fe pública registral (Artículos 34 y 37 de la Ley Hipotecaria).
Siguiendo con el ejemplo anterior, supongamos el caso de que un padre dona una vivienda a su hijo, pero el padre quiere evitar que el hijo transmita el inmueble a un tercero. En tal caso el padre tendrá que hacer la donación con reserva de la facultad de disponer, sujetándola a la condición de que, si el hijo quiere vender la vivienda sólo pueda hacerlo con el consentimiento de él.
